Gracias a Violeta

Gracias a Violeta

La creación es un pájaro sin plan de vuelo
que jamás volará en línea recta
Violeta Parra

Muchas cosas suceden sin ser planeadas, brotan espontáneamente si es que hay terreno fértil. Sin embargo, un brote silvestre no tiene garantía de crecimiento ni desarrollo, puede germinar y fugazmente desaparecer al par de días… quedar ahí, como una idea en potencia, como un atractivo boceto sin ser llevado a cabo. Y claro, la belleza de lo silvestre también radica en su fragilidad, en perdurar mientras se está vivo… en un instante fecundo -como diría Violeta-.

La propuesta Gracias a Violeta surgió así, junto a Rocío Gómez Zalazar tomamos una hebra que nos fue revelando un camino inesperado y fecundo, brotando como el musguito en la piedra. El origen de esta hebra fue simplemente un atractivo trabajo comunitario para homenajear a Violeta Parra en sus 100 años del natalicio, concebido inicialmente como un complemento de la muestra “Sombras Textiles”, expuesta en la Fundación Cultural de Providencia un año atrás. Así, espontánea e implícitamente decidimos seguir la pista de esta fibra para ver hacia dónde nos llevaba. Sin embargo, un brote requiere mucho más que solo entusiasmo para preservar su existencia. Esencialmente se necesita buena luz e hidratación para llegar a echar raíces, asentarse y tomar fuerzas para subir hacia lo alto… en otras palabras, trabajo, apoyo, convicción, perseverancia. De esta forma, esta hebra creció y comenzó a convertirse en una soga, y junto con eso, también fue creciendo nuestro compromiso.

No obstante, el proceso no estuvo exento de atajos y también laberintos. En algún momento, de hecho soñamos con desvíos que nos llevaron incluso a conectarnos con el Museo de Artes Decorativas (MAD) de París, cuando Violeta Parra expuso allí sus arpilleras en el ´64. Y así, en medio de esas vueltas y esos vuelos sin rumbo nos preguntamos cómo continuar, qué fibra seguir para prolongar este tejido que iba tomando fuerza ya no sólo desde el bordado, sino también desde un entramado social, junto a otras cien manos latinoamericanas que hilaron con nosotras.

Así, aparecieron los orígenes de esta Viola chilensis -como escribiría su hermano Nicanor en 1960-. El punto de partida fue San Carlos, su lugar de nacimiento, luego San Fabián de Alico y Chillán como lugares de la vida familiar. De esta forma, llegamos a su tierra, específicamente al Teatro Municipal de Chillán y su galería Violeta Parra para regalarles lo que les es propio y que allí permanezca, una parte de esta creadora sin plan de vuelo.

Alejandra Rojas Contreras